Dales Voz a Las Víctimas

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PREVENCIÓN COMO ÚNICA DEFENSA

Accidente Smara

Dicen que fue una mina… Es aterrador pensar que pudiera ser cierto. Era un almacén de chatarra, multitud de aparatos eléctricos y electrónicos usados y desechados que se acumulaban en una nave situada en el casco urbano de la ciudad de Smara, en el Sahara Occidental controlado por Marruecos. El pasado 9 de diciembre, por la mañana, una tremenda explosión la hizo volar por los aires, causando pánico en la población. Quedó una víctima, el dueño del almacén, con amputación de su pierna y severas lesiones. Los testigos comentaban que, viendo la dureza de la deflagración, lo más probable es que entre todas las cosas almacenadas debía haber una mina. ¡Una mina!

Lo más terrible no es pensar en la explosión propiamente dicha, ni en lo que pudiera haber originado al encontrarse en una zona muy poblada, sino plantearse con la frialdad que requiere la cuestión que puede haber personas que consideren una mina terrestre como un objeto desechable, algo que puede tirarse a la basura sin mayor problema. El desconocimiento es el mayor enemigo, convierte a los civiles en blancos perfectos, vulnerables e inocentes víctimas potenciales. Son armas explosivas, peligrosas y letales en muchos casos, aunque no estén específicamente diseñadas para matar, sino para causar el mayor daño posible en un cuerpo. Bien es cierto que hay más de 70 modelos diferentes y que pueden no ser aparentemente reconocidos, porque todos tenemos en la mente la imagen de esas que son negras, con forma de disco y con un diámetro no superior a los 15 cm. Las «antipersonas» asesinas que plagan el desierto, que permanecen activas acechando a sus presas mucho tiempo después de un conflicto armado y que constituyen la mayor amenaza escondida bajo la arena… Pero hay muchas, muy distintas en sus formas, colores y tipología de carga explosiva y modo de activación.

Se me eriza la piel al pensar que hubo alguien que se deshizo de una mina como quien tira una botella vacía. Alguien que no tenía la menor idea de que tuvo entre sus manos un arma de terribles efectos y que no sólo corrió un enorme riesgo, sino que inconscientemente, puso también en peligro a muchas otras personas. Es que pone la piel de gallina… Gracias a Dios la explosión no llegó a ser lo que hubiera podido ser, aunque haya que lamentar la desgracia de una nueva víctima, que, si se confirma que el accidente fue causado por una mina, se añadirá a la interminable lista de sobrevivientes amputados por esta lacra maldita. Y es una situación ésta que pone de manifiesto el ingente trabajo que queda por hacer para que la población se conciencie del riesgo de las minas, de sus peligros y sus consecuencias. Que aprendan a identificarlas, a actuar de manera consciente con precaución y lógica, sin tocarla, ni manipularla y ni mucho menos cogerla. Las minas explotan por contacto o por presión, son sensibles para detonar y lapidarias en su acción.

PASOS

© Samir Abujamra

Es urgente que la sociedad civil del Sahara Occidental conozca la realidad y disponga de herramientas precisas para aplicar conductas apropiadas, porque el saber no está de más y nunca se sabe si acaso podrá salvarle la vida en un momento dado. Y no acoto la acción a la «población saharaui» a propósito, plenamente consciente de que las minas no distinguen entre tiempos de paz o tiempos de guerra, ni discriminan por razones de sexo, nacionalidad, edades ni razas. Nadie está a salvo, porque las minas sólo actúan sin piedad.

Hay que implementar con carácter urgente programas mucho más efectivos de sensibilización social. El Sahara Occidental es uno de los 10 territorios más contaminados de minas del mundo. A ambos lados del muro y en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf es prioritario concienciar, enseñar a todo el mundo que la mejor defensa -y quizá la única- es la prevención. Y es responsabilidad de los gobiernos saharaui y marroquí, de las organizaciones de Naciones Unidas y de todos cuantos, de un modo u otro, estamos implicados en la acción contra las minas, siguiendo especialmente el ejemplo de las propias víctimas, que se han implicado activamente en esta sensibilización social ofreciendo sus testimonios como la mejor enseñanza de prevención. «Si alguien es capaz de recordarme cuando esté en el desierto y da un paso atrás por precaución, pensando que debe ir con cuidado porque hay minas, entonces servirá para algo que yo haya tenido este accidente». Son palabras de Mohamed Chaban, víctima de una curiosidad inherente al ser humano de tocar aquello que resulta desconocido y que le explotó entre las manos y se las voló.

Quizá su reflexión hubiera podido salvar al dueño del almacén de Smara y a otros muchos hombres, mujeres y niños. Puede que la víctima de esa explosión sea la misma persona que hace unos días regresaba a su casa, tras pasar unas semanas hospitalizado, primero en El Aaiún y después en Agadir, donde también le fue finalmente amputada una mano al haberse seccionado irreversiblemente huesos, tendones y tejidos por una explosión. Sólo sé que se llama Mahfoud, que se acercó a uno de los jóvenes saharauis que nos echan un cable visitando a las víctimas y que le contó que hacía 4 semanas que sufrió un accidente de mina, cuando estaba solo trabajando. No está en nuestro cómputo, ni siquiera sabemos si fue en esa misma explosión. Buscando rastro de ese accidente, nos encontramos con éste. Círculo vicioso que demuestra que en el Sahara Occidental si levantas una piedra, hallas una mina. Debemos actuar, unidos y sin perder más tiempo. Ojalá se imponga la cordura.

© Elisa Pavón

Fotografías © Alhodoud.com y © Samir Abujamra